Son malas noticias para Obama

El surgimiento del movimiento Tea Party es la gran novedad política de los últimos años en Estados Unidos. Se trata de una rara mezcla de individualismo y conservadorismo, que expresa un rechazo cabal a toda forma de estatismo, muy propio de la tradición estadounidense, y que excede las fronteras partidarias

El surgimiento del movimiento Tea Party es la gran novedad política de los últimos años en Estados Unidos, una erupción que pocos previeron después de la marejada electoral que en 2008 entregó todo el poder a los demócratas en Washington.

Se trata de una rara mezcla de individualismo y conservadorismo, que expresa un rechazo cabal a toda forma de estatismo, muy propio de la tradición estadounidense, y que excede las fronteras partidarias. No obstante, de manifestarse en las urnas, debería traducirse en una inesperada victoria republicana en las elecciones legislativas de noviembre.

Así al menos lo muestran varias encuestas recientes. Con variantes en los números, los encuestadores no descartan que, tal como sucedió en 1994, los republicanos recuperen el control de la Cámara de Representantes dos años después de haber perdido la presidencia del país.

Proyecciones de Gallup indican que los demócratas podrían retener su amplia mayoría en la Cámara Baja (257 sobre 435 bancas) siempre que al menos el 48% de sus afiliados esté dispuesto a votar por sus candidatos. Sin embargo, al día de hoy esa cifra no supera el 44% de los consultados, lo que daría a los demócratas entre 175 y 197 escaños, por debajo de los 218 necesarios para la mayoría, escribió el analista David Paul Kuhn, del sitio RealClearPolitics.

La aprobación de la reforma del sistema de salud tampoco parece ayudar al oficialismo. Ese aparente éxito del presidente Barack Obama sigue sin motivar a la base de votantes demócratas, y en cambio alimenta el fervor comicial de los republicanos (el 48% se declara ávido por ir a las urnas contra el 30% de los demócratas).

EXITO QUE NO SUMA

Y ni siquiera la figura del propio Obama ofrece ayuda, agrega Kuhn. Incluso después del éxito con la reforma sanitaria y el acuerdo de desarme con Rusia, su imagen positiva ronda el 45%, número que históricamente implica pérdidas electorales para el partido en el poder presidencial, del mismo modo que sucedió con Bill Clinton en 1994.

En cualquier caso, por debajo de las cuestiones ideológicas, asoma un rechazo generalizado al Capitolio, una suerte de "que se vayan todos" en versión civilizada. Estudios de Gallup revelan que sólo el 28% de los encuestados aprueban la reelección de sus legisladores este año, contra el 40% que decía lo mismo en los comicios de 1994 y 2006.

Queda claro que semejante grado de fastidio no hará más que perjudicar al partido que, desde 2008, ostenta el mayor grado de poder en la Unión.